Fentanilo

El control del fentanilo medicinal en México.

La repercusión en la práctica médica


El contexto mexicano

  • La población en México está expuesta a la abundante información que circula en los medios de comunicación y a la narrativa gubernamental sobre lo que se conoce como “la crisis del fentanilo” y sobre algunos de los efectos de esta sustancia en quienes la consumen con fines recreativos. Esta información, sin embargo, es incompleta.
  • Esta difundida narrativa en México está influida por la llamada crisis de fentanilo en Estados Unidos. Esta crisis en Estados Unidos está asociada al abuso en el consumo de fentanilo con fines recreativos. Se trata de una crisis de sobredosis.
  • El problema de México es distinto. No hay información pública, oficial, suficiente que permita afirmar que hay una crisis de consumo. En cambio, México es un país de producción y tránsito de sustancias ilícitas, incluidas las sintéticas. Así, sería esperable que el gobierno mexicano presentara dos estrategias diferentes, porque claramente son problemas de índole distinta.
  • La narrativa del gobierno usa un lenguaje bélico, que retrata a la estrategia para hacer frente al problema del fentanilo como un “combate”, una “lucha”. El uso de un lenguaje bélico permite mirar esto como un problema de seguridad, en vez de un problema de salud.
  • Un serio problema con esta narrativa que habla de una “crisis” de fentanilo y de su “combate” es que no distingue entre el fentanilo lícito y el ilícito, que son cosas muy distintas. El fentanilo ilícito, que se trafica: (a) se produce en laboratorios clandestinos; (b) se comercia en presentaciones no farmacéuticas (en polvo o pastillas, por ejemplo); e (c) implica el comercio de sustancias similares al fentanilo, aunque en estricto sentido ni siquiera sea fentanilo.
  • En contraste, poco o nada se habla del fentanilo lícito, de uso médico, que sigue altos estándares de calidad, que es producido por laboratorios farmacéuticos que siguen rigurosos protocolos clínicos y que es supervisado estrictamente por las autoridades sanitarias del país. Un fentanilo que sólo se usa, además, bajo supervisión médica en la práctica de la anestesia en procedimientos quirúrgicos, en pacientes en terapia intensiva, para tratar el dolor intercurrente o severo en intensidad. Es decir, son dos productos distintos, que en la retórica de los medios y del gobierno nunca se distinguen.
  • La estrategia del gobierno mexicano que acompaña a esta retórica bélica ha repercutido en la distribución y uso de fentanilo lícito en el país. En México, en consecuencia, hay una crisis de desabasto. Es decir, el plan del gobierno ha tenido consecuencias perjudiciales sobre el fentanilo farmacéutico, que es un medicamento esencial para atender pacientes en situaciones críticas.

En control a través de la ley

  • En México, el fentanilo está regulado como medicamento en el Cuadro Básico del IMSS y como estupefaciente bajo la Ley General de Salud. Aunque su control inició en 2017 con la inclusión de sus precursores químicos en la Ley de Precursores Químicos, las regulaciones se endurecieron notablemente a partir de 2018, bajo el gobierno de López Obrador. Estas medidas incluyeron mayores restricciones para su uso médico, como la implementación obligatoria de recetas electrónicas controladas, y un estricto monitoreo para la importación y exportación de precursores químicos esenciales en la producción de fentanilo.
  • Entre 2021 y 2022, las autoridades ampliaron los mecanismos de vigilancia sobre sustancias de “uso dual” —utilizadas tanto para fines médicos como para la producción ilícita de drogas— con el fin de evitar su desvío. En este periodo, el listado de sustancias sujetas a control se incrementó de 14 a 72. En 2023, López Obrador justificó la militarización de aduanas y puertos, argumentando que esta medida permitiría reducir el contrabando de fentanilo y otras drogas. Además, propuso la sustitución del fentanilo médico por otros analgésicos y creó una Comisión Presidencial para coordinar acciones contra el tráfico de drogas sintéticas, consolidando a la Secretaría de Marina como un actor central en estas tareas.
  • Ese mismo año, se reformó la Ley de Precursores Químicos, introduciendo nuevos delitos relacionados con el desvío y uso ilícito de estas sustancias. Las penas van desde cinco hasta quince años de prisión, dependiendo de la infracción, e incluyen medidas para fortalecer la trazabilidad de las sustancias y el registro de actividades relacionadas. Paralelamente, se mejoró el “Sistema Integral de Sustancias” de COFEPRIS, exigiendo reportes más detallados sobre la cadena de suministro y operaciones con estas sustancias.
  • Estas disposiciones, implementadas mayoritariamente a través de decretos presidenciales, reflejan un enfoque más riguroso hacia el control del fentanilo y sus precursores. Aunque justificadas como una estrategia para combatir el narcotráfico y garantizar el derecho a la salud, estas acciones han recibido poca atención pública. No obstante, han tenido un impacto significativo en la vigilancia de sustancias químicas clave, consolidando el rol de instituciones como la Secretaría de Marina y estableciendo precedentes para una regulación más estricta.

Las repercusiones en la práctica médica

Como parte de este proyecto de investigación, que es de tipo exploratorio, se condujeron hasta ahora 14 entrevistas semi-estructuradas a profundidad con médicos y expertos en el tema, con el fin de entender sus experiencias con el fentanilo legal, sobre los problemas que enfrentan como consecuencia de los cambios legales y políticos. En dichas entrevistas salió a la luz lo siguiente:

  • Todos los médicos coincidieron en que, de manera reciente, las regulaciones para el uso de fentanilo en sus hospitales se han vuelto excesivas. Nadie entiende con claridad qué autoridad impone dichas regulaciones, pero afirman que éstas dificultan, en la práctica, su trabajo.
  • Todos los médicos entrevistados hablaron de desabasto de fentanilo en los hospitales en los que trabajan.
  • El desabasto de fentanilo ha obligado a los médicos a realizar su labor de forma inadecuada, poniendo en riesgo la salud de los pacientes:
  1. A cancelar o suspender temporalmente cirugías programadas, a cambiar de hospital para hacerlas, o a posponer cirugías hasta que el director del hospital consigue fentanilo.
  2. Pedir prestado fentanilo a colegas a quienes sobró este fármaco de otro procedimiento médico.
  3. Usar otro medicamento anestésico, menos efectivo y con mayores efectos indeseables, para sustituir la falta de fentanilo.

El efecto en los médicos

La retórica oficial y los cambios legales e institucionales para atender el asunto del fentanilo también han generado un ambiente de insatisfacción e intranquilidad entre algunos médicos que utilizan este fármaco como herramienta de trabajo.

  • Esta frase ilustra y resume lo anterior: “nosotros no teníamos problemas hasta que empezó con la situación de que el gobierno lo está satanizando”.
  • La intranquilidad es fundada. En los medios de comunicación hay reportes de, al menos, la detención de cuatro anestesiólogos con base en acusaciones relacionadas con fentanilo, entre 2021 y 2024.
  • Las detenciones han generado protestas entre algunos médicos, quienes acuñaron la siguiente frase: “ayer fuimos héroes, hoy delincuentes”.
  • En las entrevistas, los médicos coincidieron en los siguiente:
  1. El fentanilo lícito es el mejor anestésico que hay actualmente. Debido a esto, lamentan el creciente número de restricciones que hay para su uso en los hospitales. Y, además, hay un sentimiento de asombro acerca de que la estrategia del gobierno no distinga entre fentanilo lícito y fentanilo ilícito.
  2. Se comparte también el sentimiento de asombro acerca de que se crea que ellos van a traficar con una ampolleta de fentanilo que les sobró de una cirugía. De ahí que compartan también un sentimiento de molestia por el estigma que ahora crece sobre su profesión.
  3. Comparten también el temor de que puedan ser detenidos por las autoridades mexicanas por usar fentanilo, su herramienta de trabajo.
  4. Una práctica culturalmente aceptada entre algunos médicos es transportar fentanilo de un hospital a otro. Por ejemplo, si sobraba anestesia en una cirugía en un hospital, la llevaban a otro procedimiento menor, como una endoscopia. En el contexto del desabasto del fentanilo, se ven obligados a hacerlo con mayor frecuencia. Sin embargo, lo hacen con miedo a ser detenidos; o deciden no hacerlo, aunque se necesite para atender a un paciente.
  5. Los colegios o asociaciones de anestesiólogos mandan circulares de advertencia, para que los médicos tengan cuidado sobre el uso de fentanilo, particularmente la transportación de éste. Aparentemente, las organizaciones médicas buscan proteger a sus miembros en este contexto punitivo.